martes, 16 de abril de 2013

Historias de Londres.

Ayer fue miércoles toda la mañana. 
Por la tarde cambió: 
se puso casi lunes, 
la tristeza invadió los corazones 
y hubo un claro 
movimiento de pánico hacia los 
tranvías 
que llevan los bañistas hasta el río. 

A eso de las siete cruzó el cielo 
una lenta avioneta, y ni los niños 
la miraron. 
Se desató 
el frío, 
alguien salió a la calle con sombrero, 
ayer, y todo el día 
fue igual, 
ya veis, 
qué divertido, 
ayer y siempre ayer y así hasta ahora, 
continuamente andando por las calles 
gente desconocida, 
o bien dentro de casa merendando 
pan y café con leche, ¡qué 
alegría! 
La noche vino pronto y se encendieron 
amarillos y cálidos faroles, 
y nadie pudo 
impedir que al final amaneciese 
el día de hoy, 
tan parecido 
pero 
¡tan diferente en luces y en aroma! 

Por eso mismo, 
porque es como os digo, 
dejadme que os hable 
de ayer, una vez más 
de ayer: el día 
incomparable que ya nadie nunca 
volverá a ver jamás sobre la tierra.


Ángel González.

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